Dos bouquets en uno

Cuando la editora de una revista de lujo te pide su ramo de novia...  


Recuerdo mi ilusión al llegar al café del Hotel Wellington de Madrid. Por fin iba a conocer a Elisa Ventoso, editora de la revista online The Luxonomist. Ella era que la siempre me encontraba el título perfecto para serie de artículos sobre flores y floristas que entonces escribía. 

La reunión era porque se casaba en una viña al final de ese verano del 2017 y quería que le hiciese el bouquet, a lo que ya había respondido que encantada. Había un solo detalle: su bouquet de novia debía poder dividirse en dos. Elisa quería que sus dos hermanas se llevaran un recuerdo inolvidable de aquel día. También respondí que encantada.

Obviamente, nunca había hecho un ramo dos en uno. Pero era mi primer encargo en tierra española y ese problemilla era un detalle. Otro mayor era dónde conseguir las flores fascinantes que tenía en mente. 

Preguntando a unas buenos amigos de mi marido, la familia Sierra, llegué a un distribuidor en el norte e hice un pedido que incluyó dalias Café au Lait. Llegó el día, las fuimos a recoger un jueves, las procesé en nuestra casa La Ruina Habitada y al día siguiente... el 80% de las flores estaban muertas. Contaba con el frescor de las noches -que en agosto puede bajar de cero grados- como mi refrigerador. Pues no hizo lo suficiente o sufrieron un shock al salir de la heladera del mayorista. Poco quedó rescatable y a medida que las iba trabajando caían desfallecidas, al punto que yo también entré en crisis. 

¿Y ahora qué? Mi marido se acordó de un vivero a unos kilómetros y nos subimos al auto. Llegamos y era lo que me temía. Plantas pequeñas, ninguna flor de tallo que durase algo. Ya estábamos camino a casa y otra vez saltó con una idea: visitar a su amiga Begoña Moral, dueña del hotel Convento de Mave. 

Entrar al jardín, fue como entrar al Edén. Begoña me decía que ya casi no habían flores, pero que tomara lo que quisiera. Di dos vueltas completas, mientras los amigos se ponían al día. Pedí un cubo de agua y corté cosmos, dalias y rosas. Las amapolas, aunque eran una tentación, sabía que no sobrevivirían. Abracé a Begoña y nos fuimos.

Esa misma noche diseminé lo que tenía vivo y recién cosechado -incluídas ramas del preciado arce japonés de casa-. Revisé los mensajes que había tirado al mundo en desesperación -mis amigas floristas siempre tienen buenas ideas- y probé todas las técnicas posibles. El alma me volvió al cuerpo cuando por fin vi que los tallos encajaban, ¡como en un puzzle!

Viajamos a La Rioja al día siguiente a dejar el ramo dos en uno. La novia bajó una escalera triunfal. Su ahora esposo llevaba un pequeño detalle en la solapa en consonancia. Aunque no nos vemos mucho, mi cariño a Elisa, Begoña y la familia Sierra permanece intacto. 

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Sylvia Bloom

»Fotografías sacadas minutos antes de entregar el bouquet!

Dos bouquets en uno